Javier G. Vilaltella
“At the turn of the millennium the new Cuban art was: recuperative (modestly, conflictively, complicitiously, and hopefully); privatistic (wheter woundedly, defiantly, selfishly, pragmatically, or mystically; enthusiastically collectivist (ditto), careerist (in a manner ranging from frank to cynical); innocently ahistorical, dispossessed of dangerous illusions, deprived of compelling dreams, beholden to and fed up with recent history, continuous with the traditions established by their teachers and born of, raised in, acculturated, politicized, and depoliticized by an unnervingly different historical moment”
Rachel Weiss “To and from utopia in the new Cuban art” pag.248-249. University of Minnessota press” 2011
APUNTES FRAGMENTARIOS Y DIVAGACIONES EN TORNO A DOS BIENALES: VENECIA Y LA HABANA 2015
El hecho de juntar dos Bienales tan diversas se debe a su conjunción en el tiempo no por una relación inmediata entre ambas, de hecho no pocos de los expertos y críticos visitaron ambas casi sin cesura temporal.
Realmente ponerse a establecer similitudes o diferencias tendría poco sentido, se trata de dos proyectos completamente distintos. Sin embargo la cercanía de su visita crea contrastes que hacen visibles las expectativas ante cada una de ellas, cosa que quizás pasaría desapercibida si no existiera ese roce temporal.
El que escribe solo lo puede hacer desde la propia experiencia, en este sentido el presente ensayo es sólo una propuesta de reflexión que adquiriría su pleno sentido esclarecedor al contrastarla con otras muchas.
Una Bienal como la de Venecia es un acontecimiento que se puede enmarcar en muchos discursos. Está claro, por ejemplo, que las Bienales de prestigio, y sin duda Venecia lo es por antonomasia, son un eslabón más y no pequeño, en el proceso de creación de “valor” (en su más estricto sentido crematístico), aunque ese no sea su objetivo, pero dada la realidad actual del mundo del arte es un efecto inevitable. Nadie pretende ocultarlo.
También está el hecho de la real o supuesta imparcialidad. Según declaraciones de su comisario Enwezor, la financiación del evento, sólo en parte menor, es de procedencia pública, -aproximadamente el 30 %- el resto se supone proviene de fundaciones privadas. No se puede obviar tampoco la capacidad de presión de ciertas galerías. En ese contexto queda al albur la responsabilidad del comisario frente a la “neutralidad” del evento. Por ello tiene interés que se trate de una figura con un inmenso prestigio -Enwezor- como es el caso en esta Bienal. Esto le permite resistir mejor ciertas presiones, sobre todo las que torcerían su idea curatorial. Un delicado equilibrio a establecer entre lo público y lo privado.
En el contexto de reflexión esas indicaciones generales pueden bastar para entender que el resultado final ha sido más bien controvertido. Se han producido comentarios y críticas muy diversas [1].
Era necesario señalar esto porque cualquier reflexión sobre el mundo del arte debe partir de semejante telón de fondo, si no se quiere caer en un esteticismo inocente.
Dicho esto, la Bienal de 2015 se presentaba al público habitual de la Bienal de Venecia con un gran atractivo. Sin duda suponía un gran reto en el panorama de las últimas Bienales: la idea curatorial partía sin ambages de la situación de crisis que vive el mundo actual.
El listón era muy alto, pero despertaba una gran simpatía y todo tipo de expectativas. Sobre todo teniendo en cuenta que parecía ya como una realidad irreparable que “el arte” se había deslizado por la pendiente del mundo de las mercancías.
De pronto nada menos que desde la autoridad que todavía conserva dicha Bienal que el arte A) está vinculado a los problemas de una época o momento histórico y B) que tenemos derecho a pedirle pistas orientadoras sobre el desconcierto o los miedos reinantes. En la situación histórica que corresponda.
Cualquiera de esas ideas necesitaría una exposición más detallada, aquí sólo es posible enunciarlas de un modo esquemático.
Los miedos son muchos, curiosamente el sistema capitalista, una palabra que lo significa todo, en estos momentos, ha perdido su inocencia, pero no en nombre de un socialismo como en otros tiempos.
De alguna manera el capitalismo sigue su carrera de éxito. Sin embargo empiezan a anunciarse algunas grietas preocupantes. Resulta que esas amenazas surgen del interior del funcionamiento del sistema, no hay ningún sujeto histórico al que pueda culparse. Este desarrollo se detecta por el hecho de que en su proceso de producción de riqueza se produce por los mismos mecanismos de creación de capital. Es un proceso lento pero automático: la riqueza se acumula cada vez más en un número cada vez más reducido de beneficiarios, al mismo tiempo se crean capas de pobreza cada vez más importantes. El economista francés Thomas Piketty [2] después de acumular todo tipo de cifras del desarrollo de los últimos decenios ha conseguido sacudir como nadie la opinión pública de los expertos de todo el mundo. Son hechos que en sí mismos no son nada nuevos, pero los procedimientos renovados de análisis y una conciencia general de desasosiego son los que han provocado tal resonancia.
En este contexto el curador Enwezor logra condensar la situación actual en una especie de pregunta con el lema de su Bienal : “TODOS LOS FUTUROS DEL MUNDO” .
Como ha indicado Enwezor en numerables entrevistas la Bienal no era una Bienal “anticapitalista”, sino se pretendía plantear una serie de cuestiones o críticas fundamentales relacionadas con el momento en que vivimos. Por así decirlo: ¿dónde estamos y a dónde vamos? A su vez destacaba que ya no se puede hablar del “futuro del mundo” en singular, el reparto del mundo está en cuestión y ya no es posible partir de una perspectiva “occidental” , como mínimo hay que partir también de un horizonte africano y de un horizonte asiático. Ya no hay centro desde el que se pueda hablar en nombre de todos.
Es posible pensar que desde la perspectiva del planteamiento de la Bienal de La Habana esas cuestiones vengan con cierto retraso, precisamente una de las causas de su creación fue que a muchas regiones y países se les negaba la visibilidad en los foros internacionales y en especial en los foros importantes de arte. La Bienal de La Habana se inaugura desde la voluntad de dar voz a los “sin voz”. Esos fueron sus orígenes.
No se trata de hacer un repaso sobre si el objetivo de esos orígenes se ha preservado o más bien se ha ido diluyendo con el tiempo. Una de las tesis que se pretende exponer en la presente reflexión es que ha habido un progresivo alejamiento.
La situación de crisis que vive el mundo actual y el intento de hacer un balance en Venecia creó, posiblemente, el espejismo de que en la Bienal de La Habana surgiría también un planteamiento con un balance equivalente. Quizás fue una conclusión precipitada y algo ligera.
La falsa expectativa producida vino quizás dada por una percepción equivocada de cuál es el momento histórico que está viviendo actualmente Cuba.
Desde fuera, y no solamente, se pudo llegar a pensar que con la incipiente normalización diplomática de las relaciones con Estados Unidos se iría creando un marco bastante nuevo para la Isla, no en el sentido de poner en cuestión las bases de la Revolución, pero sí en lo que se refiere al modelo productivo p.e., introduciendo fuertes procesos de modernización, aumentando los flujos de intercambio de mercancías, etc. Procesos que generarían una corriente dinamizadora importante. Parecía, pues, que desde el arte se sentiría necesidad de crearse algún tipo de eco de tales procesos.
El planteamiento curatorial que ofrecía La Habana no podía estar más alejado de esa falsa expectativa. La idea curatorial encontraba su plasmación bajo el título de “La idea y la experiencia”, explicitado luego en múltiples declaraciones de los organizadores. Nada más alejado del planteamiento veneciano.
Esa disparidad de todas maneras llama especialmente la atención puesto que lo ocurrido en Venecia va encontrando eco en otros eventos importantes recientes.
En el mismo año de 2015 el premio Turner de arte en Inglaterra ha seguido un camino relacionado con lo ocurrido en Venecia. El premio Turner es un premio que ejerce una gran influencia en el desarrollo de determinadas corrientes estéticas, entre ellas corrientes tan potentes como la consolidación, entre otras, de la llamada “Young British Artists”. El premio de 2015 no ha sido otorgado a un artista sino a un grupo implicado en múltiples intervenciones artísticas relacionadas con la transformación de las ciudades y la progresiva decadencia de ciertos barrios, por así decirlo dentro del marco, y simplificando un poco, de “arquitectura y política”. Es decir, una vuelta al arte en lo que tiene de implicación crítica a lo social, lo político y lo económico.
Incluso en un contexto más cercano al de La Habana, geográficamente hablando, la Bienal de Sao Paulo de 2014 apunta en la misma dirección que la señalada anteriormente [3].
Tales virajes, cuyas causas no se hacen explícitas, pueden ser analizadas como un “síntoma”, tomado este término en un sentido médico o también freudiano: algo perturbador está pasando en el mundo del arte, quizás incluso algo muy pernicioso que precisa de una intervención enérgica. Y, arriesgándonos un poco más en la interpretación del “síntoma” y la sospecha de que hay motivo para alarmarse, es el fenómeno de la comercialización creciente del arte. Presiones derivadas de los múltiples intereses que giran en torno al arte y que están poniendo en peligro su salud.
Quizás, a la distancia de casi un año desde la celebración de la Bienal, iniciar una serie de reflexiones sobre la Bienal de La Habana corre el peligro de verse como un ejercicio inútil pues el paso del tiempo le quita actualidad. Pero la distancia permite crear una mirada más abarcadora que permite señalar las relaciones con otros contextos y así descubrir nuevas capas de sentido y una plataforma más amplia de enjuiciamiento.
Entre otras cosas se cuenta ya con algunas voces que permiten ser incorporadas y con ellas generar un dialogo más poliédrico.
Hay que empezar constatando paradójicamente que por lo menos hasta ahora, rastreando por Internet -hoy en día es escaparate bastante fiable-, es poco el material de peso encontrado. Sí se han producido bastantes reseñas, aunque muy escuetas y de carácter informativo, pero no, en cambio, valoraciones más amplias.
Son de destacar en primer lugar las abundantes tomas de postura de los mismos organizadores. Sus aportaciones que han sido recogidas en el tabloide “Noticias de Artecubano” han sido muy útiles para entender cuál era la intención, y los objetivos de la presente Bienal, y también el cambio producido en relación a Bienales anteriores. También, en ese rastreo por diversas fuentes, se produjo alguna sorpresa: consultando en “YouTube” a través de “Bienal de La Habana-Homi Bhabba” aparecía colgada la grabación de la discusión (yo buscaba la conferencia entera) [4] sobre “el caso Tania Bruguera” producida en el marco de su conferencia durante la Bienal en la sede del ICAIC .
La sorpresa se repitió, pero con otro signo, cuando un tiempo después volví a “YouTube” y ya no encontré tal grabación. Como en Internet todo es bastante anónimo, no había ninguna indicación de quien colgó esa grabación, ni tampoco por descontado quien la quitó. Puede que haya cambiado de lugar, o puede que realmente hubiera desaparecido: los asuntos de internet siempre son complicados. Las desapariciones pueden obedecer a muchas causas p.e. a veces se infringen derechos de propiedad intelectual y hay obligación de quitarlas. No cabe excluir que fuera el mismo Homi-Bhabba el que lo ordenara. Más preocupante sería, sin embargo, si las causas fueran otras.
El único comentario de peso hasta el presente que he podido incluir en mi diálogo con material anterior es el publicado en un número previo de “Carne Negra”-el No. 4- por Jazmín Valdés. No pocas de las ideas allí expuestas son también punto de partida de estas reflexiones. Entre otras el hecho de que ella haya tomado el texto de Nelson Herrera como encabezamiento de su artículo. Con ello ha tenido el mérito de señalar una pista muy importante de las cosas que están ocurriendo en el campo del arte en la “situación actual “ cubana.
Las informaciones publicadas en “Noticias de Artecubano” han sido proseguidas en otras publicaciones digitales de carácter oficial. Una de las últimas son las publicadas en la revista digital “HazLink” del mes de enero de 2016 . En ella se recogen tres entrevistas a saber con Jorge Fernández, Margarita González y Margarita Sánchez Prieto.
La ausencia de otras voces críticas, de valoraciones o análisis más amplios desde el exterior ha sido constatado por los mismos organizadores. Así por ejemplo en “Link” en la edición anteriormente mencionada se indica “el silencio quizás sea que no entendieran la propuesta curatorial…… debían seguir el programa así no se hubieran perdido”.
La sensación de “sentirse perdido” no es una percepción aislada de la entrevista. En realidad es una de las características que acompaña a la experiencia de esta Bienal y que al final producirá una serie de comentarios y descontentos que atañen al conjunto de la Bienal.
Siguiendo con lo expresado por los entrevistados otra idea que aparece en esta como en otras declaraciones es la de que ha habido un exceso de lugares de artistas, de proyectos, etc. De todas maneras hay otra idea que aparece explícita y es la del “exceso”. De nuevo en el mismo número de “Link “ se hace una relación de lo que quiso hacer la Bienal proporcionando una relación bastante sorprendente porque no se entiende dónde acaba la Bienal y dónde empiezan las actividades que se refieren a otros contextos : “ los conciertos, la ópera, los talleres sobre arte y medio ambiente, ciudad y cine expandido, los audiovisuales públicos y performances colectivos, las conferencias sobre arte y evolución genética, y arte y desastres globales, las cartografías críticas, las muestras de cine y video, la vanguardia multidisciplinar de la escena, hasta un concurso de pelo rizo…, además de las intervenciones urbanas y proyectos arquitectónicos socio-constructivos y las muestras que quedaron, …fue un PROGRAMA SOBRECARGADO ((el subrayado no está en el texto original)).
De las declaraciones de los organizadores en otras publicaciones se puede destacar que por lo menos dos ideas importantes quedaron bastante claras sobre la concepción de la presente Bienal –A) el de la descentralización, es decir, distanciarse de la idea de realizar un macro evento que se concentra en uno o dos edificios y en donde aparece reunida la mayor parte de las obras de arte. (((Curiosamente este camino ahora abandonado por La Habana, es el que siguen convocatoria tras convocatoria tanto la Bienal de Venecia como la Documenta de Kassel, por no citar otras muchas))) .
Según se indicó el deseo era de llevar el arte a muchos puntos de la ciudad –de alguna manera hacer penetrar el arte en la vida real de la ciudad-.
Y –B) la idea, bastante vinculada con la anterior, de conseguir la participación ciudadana, un arte participativo, “relacional” -un término muy querido entre los organizadores-. [5]
Tomando como válidos muchos de los comentarios parece que bastantes puntos de esos objetivos se cumplieron. Y esto valga como un reconocimiento al trabajo de los organizadores. Para no mencionar todos y cada uno de ellos, parece que el proyecto estrella fueron las intervenciones artísticas de alta calidad en el barrio de Casablanca. También se ha destacado que con esas intervenciones se creó visibilidad para ciertas partes de la ciudad que habitualmente son ninguneadas.
Es difícil poner en cuestión las posibles bondades de estos planteamientos en sí mismos. Las dudas se plantean en si eso constituye o puede constituir el objetivo de una Bienal.
Pero, si uno analiza con detalles en qué consiste una Bienal, la idea no es potenciar los diversos procesos de la vida real sino mas bien lo contrario. La Bienal de alguna manera es precisamente lo contrario, la realización de la Bienal supone una especie de interrupción de la vida habitual de la ciudad. Una Bienal es una “muestra”, una especie de “gran escaparate” y utilizando los términos certeros de uno de los entrevistados en “LINK”: una oportunidad para conocer algo del panorama artístico mundial.
Mediante las intervenciones en barrios, que quizás en su vida real tienen muchas carencias o son desatendidos, la súbita aparición del arte puede producir un efecto de una realidad impostada, algo añadido que no acaba de formar parte seriamente de la vida de la gente.
Lo anterior se trata de una observación general que no ha podido ser contrastada con lo que realmente ocurrió. Quizás los efectos integradores en el barrio han sido más importantes de lo que uno puede sospechar desde fuera. Aún así quedan las dudas.
El programa de interpenetración de arte y ciudad, llevando el arte a varios puntos de la ciudad es sumamente válido como programa de política cultural a lo largo del año. Sin duda habría un gran enriquecimiento si a lo largo del año el mundo del arte traspasara su hábitat normal de galerías y espacios expositivos debidamente acotados e hiciera el salto hacia el espacio público confrontándose con la vida real de los ciudadanos.
Curiosamente habría que destacar que en ese sentido, el más importante y más veraz, aunque sorprendentemente menos atendido por la crítica, es el proyecto realizado a lo largo del Malecón con el título “Detrás del muro” y que lleva ya varias ediciones.
En este caso se trata de un espacio muy vivo para los habaneros. Es un espacio muy bello y muy sugestivo: el encuentro tan súbito de mar y tierra, de ciudad y naturaleza, de realidad y de sueño, de limitación y de esperanza. Se trata de un espacio que Foucault caracteriza con el concepto de “heteretopía” es decir, el “espacio de la otredad”. Estos espacios tienen la virtud de interrumpir la vida normal de la ciudad y abrir un lugar de goce, de calma, de reflexión. No se abandona la ciudad, ni la vida cotidiana, pero ambas adquieren la virtud de entremezclarse con el goce y el ensueño.
En ese espacio precisamente las obras de arte, con mayor o menor acierto, se insertan de una manera muy natural en las funciones que tiene ese espacio normalmente, con la diferencia de que con la aportación del proyecto de la Bienal se potencian y se abren a nuevas dimensiones.
Si al calor de esas reflexiones uno vuelve al “modelo Venecia”, la visita se hace en espacios reservados para tal evento, “Los Giardini” y “el Arsenal”, que normalmente no tienen una función determinada en la vida real de la ciudad. Es cierto que la ciudad está muy presente, pero más bien como una especie de “Contenedor”, sí es un contenedor esplendoroso, lleno en sí mismo de arte, pero eso lo único que hace es añadir una pátina derivada de la historia y cuyo efecto es realzar los eventos que se celebran de modo extraordinario, tales como la Bienal.
A veces se produce alguna diseminación porque no todo el mundo cabe en los espacios previstos y hay que ubicarse en algún lugar a lo largo y ancho de la ciudad. Este fue por ejemplo el caso del Salón de Arte Latinoamericano de la Bienal que estuvo vagando en diversos lugares durante muchos años, problema que por suerte ya ha quedado resuelto con un pabellón propio dentro del “Arsenal”.
Y mutatis mutandis, lo mismo se pueda uno imaginar cuál podría ser la función de La Habana en sucesivos planteamientos de Bienales posteriores. La extraordinaria belleza de la ciudad en su encuentro con el mar serviría también como precioso “contenedor” (en paralelo con lo desarrollado con la función de la ciudad Venecia) “contenedor” de un evento no menos valioso como es el caso de una Bienal de Arte.
Uno de los puntos más controvertidos de esta Bienal ha sido el del proyecto “Zona Franca” en el espacio del Morro y la Cabaña. La controversia no se deriva tanto o casi nada de la exposición en sí misma sino de la “confusión” que ha provocado en los visitantes.
O quizás sea más preciso hablar de la dualidad entre “Bienal” en sentido estricto y los espacios “colaterales”, y para acabar de complicar el panorama hay que tener también en cuenta los numerosos espacios denominados “open studio” a lo largo y a lo ancho de la ciudad.
En las respuestas por parte de los diversos colaboradores dadas en “Noticias Artecubano” este aspecto o disfunción es un tema recurrente. En general no se llega a un crítica abierta pero se percibe, por decirlo con una frase sin duda bastante vaga, una CIERTA INCOMODIDAD, que quizás oculta algunos conflictos.
De entrada la supuesta o planeada jerarquización de espacios expositivos se hacía confusa desde los mismos espacios que se pretendían ofrecer con carácter de centralidad. La sede del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam es sin duda un espacio de prestigio pero las obras de arte de la Bienal en sentido estricto estaban repartidos en varios lugares porque el Centro Wifredo Lam era insuficiente. Sin duda el edificio del Centro Wifredo Lam tiene suficiente fuerza por su carga histórica para dotar de aura a los objetos expuestos en él, pero ese aura luego quedaba diluida por la dispersión.
A su vez Zona Franca, que era una colateral, estaba ni más ni menos situada en el complejo Morro-Cabaña, el lugar que durante muchas ediciones había sido el espacio central expositivo de la Bienal. Y aquí a su vez se repite el modelo de la dispersión: no había una sola colateral sino múltiples colaterales. Y ya para acabar con la cascada de peldaños jerárquicos el último peldaño lo ocupaban los “open studios”.
Desde fuera se puede especular si el desplazamiento que en importancia ocurrido en la presente Bienal en favor de las colaterales se debe a algo planificado desde los organismos oficiales o se debe más bien a un conflicto interno sobre el sentido de la Bienal.
De hecho esta dualidad ya tiene una larga historia en el transcurso de las bienales, por lo tanto es irrelevante la pregunta.
El hecho de la aparición de las “colaterales” tiene su origen en el interés de los artistas cubanos de aprovechar el escaparate de la Bienal para darse a conocer a un público más amplio. Rachel Weiss, que conoce la Bienal de La Habana desde sus inicios afirma que el giro hacia la comercialización se detecta desde mediados de los años 90.
Nada nuevo pues al respecto. Pero quizás para captar toda la relevancia del fenómeno sea preciso profundizar un poco más, es necesario añadir otro aspecto que quizás sea todavía más central que las necesidades legítimas de los artistas y que normalmente pasa algo desapercibido
En general se suele caracterizar una Bienal como un evento que sirve para conocer, de alguna manera, la marcha del mundo del arte, una especie de balance. Sin duda esto es lo que ocurre en las grandes Bienales cuyo prototipo es la de Venecia, y en modo especial la Documenta.
Para el visitante el hecho de que Venecia esté situada en Italia tiene poca relevancia, no espera recibir una oferta especial relacionada con Italia en relación con tal evento: Italia con su arte está representada con un pabellón propio, es cierto, algo más grande, pero se trata simplemente de un pabellón más entre toda la larga serie de pabellones nacionales. Lo que interesa es el “balance” que presenta en cada una de sus ediciones.
Muy distinta es la actitud del visitante exterior de la Bienal de La Habana. Esta nace, como se ha dicho anteriormente, con un planteamiento alternativo y en su momento totalmente innovador: crear también un escaparate del arte, en este caso, del arte de los países ninguneados por la perspectiva férreamente eurocentrista dominante en esos años.
Pero el panorama de exposiciones ha cambiado notablemente desde entonces. Se han producido cambios en varios sentidos. Por un lado, desde el entonces llamado “Centro” se ha ido creando la conciencia de las limitaciones de su planteamiento eurocentrista. Esto ha ido creando ciertos correctivos, dando mayor cabida por ejemplo al arte africano o latinoamericano. De todas maneras hay que admitir que esas correcciones son todavía bastante tímidas. Por otro lado han surgido muchas bienales, ampliándose notablemente la geografía expositiva, de tal manera que ese arte “ninguneado” tiene ahora la posibilidad de utilizar otros escaparates.
El otro factor todavía no mencionado, pero probablemente mucho más relevante que los dos anteriores, es el hecho de que el visitante exterior de la Bienal de La Habana, agradece encontrarse con obra de artistas desconocidos desde su perspectiva “occidental”, pero lo que quiere ver, sobre todo, es “arte cubano” o, para ser más preciso, arte de artistas cubanos.
Es difícil intentar explicar en pocas palabras cuáles son las razones de tal interés. Sin duda como siempre en estos casos se pueden dar múltiples explicaciones. No hay que olvidar que en los últimos años hay un grupo que ha crecido exponencialmente y es el de los visitantes norteamericanos que vienen a comprar. No es que sean radicalmente distintos pero se acentúa la motivación de su interés por el arte cubano en el sentido de que buscan “gangas”, una actitud perfectamente legítima en cualquier comprador: adquirir buena mercancía al menor costo posible. Pero esto difumina la pregunta básica por el interés específico sobre el arte cubano
La actitud del comprador no tiene que estar en contradicción con los motivos por los cuales a lo largo de los años siempre ha habido un elevado número de visitantes motivados por la “calidad” del arte realizado en Cuba. Entre los compradores también hay excelentes conocedores del arte.
El tema de la “calidad” del arte es muy complejo y difícilmente se puede caracterizar con un par de adjetivos. En la “calidad” se juntan varios componentes, por descontado todo lo que tiene que ver con la sofisticación expresiva y estética propia del arte contemporáneo, pero a eso se añade un elemento muy relacionado con el caso específico de la realidad cubana. Hay un feeling especial de que las artes plásticas tienen la capacidad de dar muchas pistas sobre la evolución de la sociedad, la cultura, el arte y en general el desarrollo político del sistema. Ello no significa que se espere un “arte político “ o un “arte crítico”. Hay mucha confusión sobre esos conceptos y por eso se producen malentendidos.
No se busca en la mayor parte de los casos arte llamado político o crítico, sí, en cambio, se espera un arte que esté involucrado con la realidad cubana en todo sus aspectos.
No hay ninguna fórmula por la cual esto pueda lograrse, puede ocurrir desde planteamientos altamente conceptuales, o de lenguajes herméticos de carácter abstracto o con el performance o con la instalación. En cualquier caso la división entre “arte político” y “no político” lo único que hace es crear confusiones. Como, por ejemplo, la de caracterizar la producción de los 80 como “arte político y la de los 90 como “arte no político”. Es una simplificación que le hace un flaco favor a los artistas que permanecen en la isla y siguen haciendo arte en ella en los 90 y más.
El hecho de que hayan entrado con fuerza las necesidades del mercado no significa automáticamente que se haya producido un proceso de “degradación” o que el arte se haya convertido en “ornato” (Jazmín Valdés). Pero por otro lado no platearse el hecho de que el “mercado” produce no pocas desviaciones en la producción artística es cerrar los ojos sobre la realidad. No por el hecho de que el artista piense en el potencial comprador sino por el hecho de que el mercado va imponiendo poco a poco su visión muy reduccionista de lo que es “arte”. Hay múltiples aspectos, vitales para el mundo del arte, que son apenas relevantes para el mercado. Utilizando las palabras de Jazmín Valdés, su tendencia a convertir arte en “ornato” , o bien “objeto de lujo” o bien un objeto “para inversión de capital” ((los bancos, cada vez con más frecuencia, aceptan obras de arte como un aval crediticio)).
Las formulaciones anteriores tienen algo de esquemáticas, solo pueden aspirar a acotar algunos horizontes de discusión sobre el tema.
Nelson Herrera Ysla es uno de los organizadores que da un paso al frente y se decide a esclarecer el terreno haciendo, o pretendiendo hacer justicia, a unos y a otros.
En el número 09 de la revista Artecubano empieza señalando que poco a poco las “colaterales”, que en un principio eran los márgenes de la Bienal, han ido ocupando la centralidad y eso supone un desafío, y luego, textualmente: “el desafío sigue en pie ¿cómo brindar lo más valioso, riesgoso, y profundo de nuestras expresiones visuales sin hacer concesiones al entretenimiento, coleccionismo, mercado, al populismo y activismo cultural, a las prácticas institucionales fáciles, a los propios artistas en su afán de visibilidad y legitimación a toda costa? De año en año aumenta el número de creadores y espacios de exhibición. Parece que ha llegado la hora de proponerse un evento nacional que asuma estos indicadores en su contenido y su forma, que asuma esas cifras crecientes, que permita valoraciones justas y mesuradas, que indique caminos y vías apropiadas para la circulación y promoción de las obras sin atropello curatorial ni maratónica temporalidad. Y entonces parece también que ha llegado la hora de organizar algo parecido a una feria de arte en Cuba. Sin prejuicios, sin miedo, y con capacidad intelectual y organizativa suficientes. Las medias tintas crean confusión y desasosiego.”
Son palabras claras que además se proponen crear claridad sobre una situación sumamente compleja.
De todas maneras quedan en el aire una serie de cuestiones centrales. Por ejemplo en este contexto de ideas cuál es el rol que puede ocupar entonces la Bienal de La Habana: ¿se la da por extinguida o hay que replantearla de raíz? ¿Qué sería una Bienal de La Habana donde “lo más valioso, riesgoso y profundo de nuestras expresiones visuales” se destina por así decirlo a la gran feria de carácter nacional? ¿Cuál sería el contenido de esa Bienal si se da por buena la sospecha de que el visitante de la Bienal sobre todo lo que busca es el arte de Cuba?
Con razón Nelson reclama que esa feria debe presentar lo mejor de la producción en el campo de las artes plásticas y deja caer una serie de criterios valorativos -sobre todo los negativos apuntan a realidades nada fáciles de delimitar-: ¿qué se entiende por “activismo cultural sin concesiones al mercado”? Bien, pero se pretende crear un evento precisamente pensado para el mercado. Sorprendentemente también se pone del lado malo al “coleccionismo”, ¿qué idea se tiene del coleccionismo? Hay coleccionistas de altísimo nivel cuyo legado es luego muy codiciado para entrar a formar parte de los mejores museos de arte contemporáneo.
La idea de una selección de lo mejor forma parte de los mecanismos de creación de prestigio en esos eventos. Así ha conseguido alcanzar la Feria de Basilea el puesto número uno que ocupa actualmente en el mercado mundial. Pero, ¿cuál sería en el caso cubano la instancia competente para esa selección?. Son muchos los elementos de falta de transparencia bajo los cuales ya está funcionando un mercado más o menos organizado, y la transparencia es más necesaria que nunca. Aparte de la agencia estatal Génesis, los otros mecanismos actuales de unión del mundo del arte con los potenciales compradores no deja de plantear cuestiones inquietantes: ¿Quién decide las rutas de los autobuses para las visitas a los talleres de artistas, cuáles son en este caso los criterios de selección, etc.?
UNA ENSOÑACION FINAL
Las líneas de Rachel Weiss que encabezan las reflexiones constituyen un texto nada fácil, hay una acumulación casi barroca de adjetivos, la lectura atenta de cada uno de ellos produce como pequeñas ráfagas de sentido, pero el sentido no acaba articulándose en una sola dirección a medida que se progresa en su lectura. El resultado final es una gran confusión. Puede ser una confusión de la autora que ya no entiende la realidad cubana. El libro parece vivir en parte de la nostalgia de los años 80. Pero quizás sea una opinión injusta con esta gran conocedora del arte cubano. Al fin y al cabo, de entre los expertos del exterior es la que más tiempo y aprecio le ha dedicado a conocer la realidad cubana.
Hay que llegar pues a la conclusión contraria, y es la de que la descripción es la expresión más acertada de la realidad actual del arte cubano: Confusión y contradicciones. Posiblemente se podría decir esto también del arte contemporáneo en general, pero esto sería desenfocar la cuestión: Cuba tiene un plus de especificidad.
El otro telón de fondo era la fuerte idea curatorial de la última versión de la Bienal de Venecia con Enwezor, el experto africano que vive en Estados Unidos, que actualmente trabaja en Alemania, y que tiene magníficos libros sobre el arte africano de los últimos 20 años. Él reivindica con fuerza el carácter público del arte y su capacidad de diagnóstico sobre la realidad actual.
A nivel privado muchos cubanos se aventuran a dar una opinión sobre el momento actual del arte cubano. Uno de ellos la formulaba de la siguiente manera : “No pasa nada, pero ocurren muchas cosas”, sin tampoco precisar qué es “lo que ocurre”.
Estas reflexiones se cierran antes de la llegada de Obama en su visita a La Habana. Cuando se publique y se lea ya se habrán producido las ondas expansivas de esta visita. En estos eventos difíciles de interpretar en su sentido real es necesario siempre alguna ayuda. Sirvan al respecto las magníficas reflexiones en Mi (visita de ) Obama de Víctor Fowler publicadas por la revista “Oncuba”.
A nivel del mundo del arte lo que se puede observar son pequeños movimientos que parecen apuntar en una dirección: Las instituciones culturales del gobierno están haciendo un gran esfuerzo para conseguir que el arte cubano adquiera la presencia que se merece en el contexto del circuito internacional. Es un movimiento muy complejo porque el arte en el mundo global tiene agentes muy poderosos. En estos momentos están posicionándose con mucha fuerza los países del “Oriente Próximo” con recursos inmensos para crear colecciones y organizar potentes ferias. Con no menos fuerza está surgiendo el mundo chino sobre todo en la ciudad de Shanghái.
En el mundo de Internet y Google no pocas cosas tienen como agente principal la visibilidad que crean las redes. En ese sentido cabe constatar que se han ido creando por las instancias correspondientes una serie de páginas web de altísima calidad visual para transmitir abundante información sobre el arte cubano. Se trata de conseguir la cuota de “visibilidad” que le corresponde. Quizás esas páginas no están exentas de cierto triunfalismo.
Se ha creado también una revista no digital de buen nivel tanto por su contenido como por su confección visual, “ARTONCUBA”. Sin duda es otra pata importante para crear prestigio. Todo desarrollo artístico que se aprecie va acompañado de su correspondiente discurso crítico. El hecho de que esa revista se sitúe en EEUU indica que ahí se ve el objetivo más importante, que es el de captar ese mercado que lógicamente es el que ha mostrado mayor interés, aunque solo sea por la vecindad.
Y así sucesivamente otras muchas medidas: la entrada de coleccionistas privados que dinamizan el mundo de las exposiciones con sus mayores recursos, la creación de espacios nuevos como “Factoría Habana” que permite otro tipo de exposiciones, o el de la “Fábrica de Arte” que obedece posiblemente a otra concepción del arte, y que a su vez ha producido no poca inseguridad entre el público interior de cómo debe afrontarlo, la entrada de una galería privada no cubana, muy bien conexionada con el mundo exterior, las actuaciones de Carlos Garaicoa desde Madrid, etc., etc.
Se está creando en términos de Bourdieu un nuevo “campo” para el arte cubano, campo que está, como quien dice, en sus inicios y se hace muy difícil su valoración.
Las dificultades hasta ahora de acceso a la revista “ARTOncuba”, que es probablemente la punta de lanza en la creación de este “nuevo campo” no permiten hacer una valoración adecuada de qué discurso crítico se está creando. Hay que estar atento.
Desde una perspectiva exterior lo que quizás plantee más cuestiones es que la mayor parte de esas actividades tienen una fuente enunciadora limitada y esto, a la larga, puede no ser la situación ideal para crear una imagen potente del arte cubano.
Los Estados dedican muchos recursos en la creación de museos, escuelas de arte, etc., pero todo esto como marco para que el “sistema arte” cree su propio mundo. Y sobre todo hay que destacar también que se dedican muchos recursos porque los Estados quieren conservar y proteger “la función pública “ del arte.
Juntando muchos de los aspectos que se han señalado en todas las reflexiones parece que el tema de la Bienal de La Habana ha quedado algo postergado. Casi como si no le quedara espacio.
Depende, según se vea. Realmente la proliferación de Bienales por todo el mundo crea una situación cada vez más difícil para las Bienales, por así decirlo, generalistas. Aun así hay Bienales que en los últimos años han logrado alcanzar una presencia fuerte. Entre ellas está por ejemplo la Bienal de Estambul. En este caso, una determinada ubicación geográfica y sobre todo cultural, hace que esa Bienal ofrezca una diferencia clara de la oferta p.e de Venecia. En este caso dentro de un contexto de arte global se espera una mayor atención a lo que ocurre en la parte este de Europa y sobre todo lo que ocurre en el arte de algunos vecinos musulmanes.
Paradójicamente una vuelta a los orígenes podría señalar un camino de futuro para la Bienal de La Habana: ésta podría recuperar su planteamiento transnacional creando una plataforma general con especial referencia al arte de Latinoamérica.
Esa vocación latinoamericana fue uno de los más prometedores proyectos derivados del cambio propiciado por la Revolución. Por suerte algunos de ellos siguen siendo importantes como el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.
Todo la energía y capacidad organizativa acumulada en las sucesivas Bienales podrían encontrar un campo de actuación nuevo e innovador. Esto no significa que eso no haya ocurrido a lo largo de estos años. Pero en cualquier caso, si eso ha sido así, se ha desdibujado.
Esta concentración no significa la búsqueda de un “arte latinoamericano” de la diferencia, o búsqueda de una identidad, tal planteamiento ha sido justamente criticado por Gerardo Mosquera.
Pero eso no significa que dentro de su diversidad no haya una serie de hechos que ocurren en este continente y no ocurren en otras partes: la diversidad cultural y racial, temas como el de la violencia, la presencia de la religión o religiones en la cultura popular, la presencia de lo popular a su vez en determinadas formulaciones artísticas. Y ya puestos a imaginar cabría introducir planteamientos con nuevas ideas. Se podría buscar para cada Bienal alguno de los especialistas latinoamericanos que tienen un profundo conocimiento a nivel transnacional para que la dirigieran: Cuauhtémoc Medina de México, José Roca de Colombia, Eugenio Valdés, de Cuba, con su larga experiencia en la Daros, Luis Camnitzer, Patricio Escobar, Luis Pérez –Oramas actualmente curador en el Moma etc., para citar solo unos cuantos.
Estas prácticas son las que contribuyen a crear una mayor variedad y riqueza a muchas de las Bienales actuales, sin que ello diluya lo de específico que tienen cada una de ellas.
Por desgracia la discusión sobre Cuba siempre ha estado muy polarizada y “politizada” en el sentido más reduccionista y empobrecedor de la palabra. El hecho es que Cuba es muchas más cosas: su gente, su tradición, su fuerza cultural, su paisaje, etc. Y aunque una sociedad viva siempre tiene unos condicionamientos específicos de tipo histórico, sin embargo la mayor parte de las realidades van mucho más allá. Quizás a ese “más allá “ se refería quien decía que “no pasa nada, pero muchas cosas se mueven”.
[1] Vid .ARTFORUM ,octubre 2015
[2] Thomas Piketty «Le capital au XXI Siècle» Editions du Seuil, Paris, 2013
[3] Revista ARTNEXUS dic.2014
[4] Esta conferencia tenía muchos reflexiones sobre los cambios producidos por los procesos de globalización en el interior de las subjetividades modernas y el cuestionamiento de las identidades nacionales.
[5] Claire Bishop revista “October” núm. 110 año 2004. Claire Bishop hace una revisión muy crítica del llamado “arte relacional”.
( Fin de la primera parte)
Foto: Cortesía de Ernesto Pérez Chang