Liber May: Revolución es deconstruir / Panamericanos 1991

Carlos A. Aguilera

Si los Juegos Panamericanos del año 1991 le sirvieron a Fidel Castro para inflar aún más su catálogo de despropósitos, gastando una cantidad de dinero y recursos increíbles en un momento en que Cuba comenzaba el Periodo Especial y se encontraba literalmente en la ruina, a Liber May, artista cubano radicado hoy en Israel, le sirvieron precisamente para todo lo contrario. Con los Juegos Panamericanos, su construcción, Liber no sólo lograría su primera serie fotográfica, sino que a través de ella, fue descubriéndose a sí mismo, su ojo-arte.(1) Para conocer todos los detalles de esta serie, que, a su vez, significa conocer “todos los detalles” del sistema educativo en Cuba y de lo que se podía o no pensar “dentro de la revolución”, quedo con Liber en un restaurante céntrico de Tel Aviv. Uno chiquitico, con mesas chiquiticas y camareros chiquiticos, donde, según él, “hace unos años explotó una bomba…”
¡Bien empezamos!

Cuando veo tus fotos de los Panamericanos del 91, lo primero que me asombra es la inmensa soledad que respiran, como si formaran parte de un territorio fantasma. Pensando que Cuba generó y vivió de la euforia de los Juegos Panamericanos antes y después de ellos (fue la única vez que Cuba ganó más medallas de oro que USA en una competición deportiva), ¿qué te hizo tomar estas fotos desde la soledad, el vacío, e incluso, cierto aire de ruina?

Esas fotos las tomé antes de los Panamericanos, en la primera mitad del año 1991. Yo era un adolescente de dieciséis años, creía que todas aquellas construcciones se iban a quedar a medias, que cualquier día la prensa oficial anunciaría que se suspendería el evento: porque las instalaciones no estarían listas, porque no hay cemento, porque se acabaron las piedras o se quedaron sin gas o porque no iba a haber más hierro para cabilla.

Mi principal motivo fue testimoniar la probable debacle y fracaso de aquellos sitios y por tanto la cancelación de los juegos. Ya habían llegado noticias de la perestroika, el período especial había comenzado.

En ese momento no pensé en ruinas pero sí en lo inacabado. Lo que pasa es que mirándolo desde hoy, veinticinco años después, esas estructuras sí se han convertido en ruinas. Por ejemplo, la Polivalente, frente a la terminal de ómnibus, se ha convertido en un baño público, una gran peste de mierda y meado.

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Entonces, esta serie de los Panamericanos, ¿fueron las primeras fotos que tú hiciste?

Las primeras fotos que hice fueron en 1989, en los alrededores de la escuela elemental de artes Paulita Concepción, en el Cerro; lugar donde estudié la secundaria, y en la azotea de la casa donde vivía, en la calle B, en el Vedado. La serie de los Panamericanos es de un par de años después.

¿Qué tenía que hacer en la Cuba de aquel momento una persona interesada en la fotografía (o arte en general) para poder conseguir cámara, utensilios, etc?

A esa edad yo dependía económicamente de mi madre y padrastro, ellos financiaron los rollos, el revelado y la impresión de las fotografías. La cámara la recibí de mi padre, un militar (mi madre se divorció de él cuando yo tenía dos años), quien regresó traumatizado de una misión internacionalista en Angola después de luchar en Cabinda.

Mi padre se ganó la cámara, una Zenit soviética pesada, en un concurso de-no-se-qué dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y me la pasó, ya que sabía que yo hacía años soñaba con tener una, y se la pedía a menudo a mi madre o a mi padrastro, pero ellos no tenían recursos para comprarla. Incluso me pasó por la mente robar o “agitar” una cámara a algún turista fuera de vista, aunque no me atreví…

Mi madre se asustó cuando vio lo que yo estaba fotografiando: ventanas rotas, palos podridos, el cementerio de colón, vagabundos. Como estaba aprendiendo por mi cuenta y sin ningún guía, un porciento significativo de las impresiones salían mal técnicamente, fuera de foco, con sobre o baja exposición de luz. Mi madre rápidamente me suspendió el financiamiento de aquella aventura fotográfica. Ella quería ver imágenes de familia, paisajes, no cosas ‘raras’. Las series que hoy se conservan se hicieron de manera esporádica, hasta que logré convencer a mi madre, de vez en cuando, para que pagara por mis ‘locuras’.

¿Cómo era la educación en la “escuela de arte” donde estudiabas?

A pesar de llamarse escuela de arte, la educación era muy ortodoxa. El arte se enseñaba a través del dibujo, la escultura, la pintura, el grabado. Nada de fotografía. Pero, bueno, a pesar de las enseñanzas tipo realismo-socialista, los recuerdos que tengo de Paulita son positivos, se puede decir románticos: los primeros besos con las chicas de danza, las modelos desnudas. Imagínate, nosotros, chamacos, dibujando vulvas y senos expuestos directamente a pocos metros de nuestras caras… ¡Las erecciones y eyaculaciones eran incontrolables!

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¿Alguien interesante o que se saliera de lo establecido en la Escuela?

En Paulita conocí a Jorge Crespo, que llegaba como modelo a la clase de escultura para que nosotros reprodujéramos —descuartizáramos— su cabeza, manos y pies en forma de barro. Él nos hablaba de filosofía y derecho/s. Fue la primera voz claramente disidente que escuché. Mientras los maestros de ‘arte’ nos enseñaban sólo técnica, el modelo, es decir, Crespo, nos enseñaba a pensar.

Otra cosa que me pasó estando allí, es que las clases que no eran de arte: matemática, geografía, física, español, fisiología-del-cuerpo-humano…, me tocó hacerlas junto a alumnos de música y danza, no de artes plásticas. Eso fue una delicia. Los músicos y los bailarines son los más hedonistas y vaciladores. Desde entonces prefiero amigos de otras artes, gente de teatro, música, danza, escritores; los artistas-plásticos a menudo son insoportables.

Ahora que mencionas a Crespo, quien había pertenecido unos años antes al grupo Art-De (Arte y Derecho), ¿él les mostró algo de su propia obra, los puso en contacto con otros artistas?

El Crespo nos contaba oralmente sobre aquellos performances en el parque G, intercalando a Platón, Aristóteles, la guerra fría, el derecho romano, el triunfalismo oficial, la libertad, la esclavitud… La época de Art-De ya había pasado, los habían censurado y, probablemente, Crespo tuvo alguna mala experiencia con la seguridad del estado, ya que el tema prisión y libertad eran recurrentes en sus charlas.

¿Algún tipo de censura, algo que no se pudiera pintar/hacer en la escuela?

Nosotros éramos unos chamacos que no sabíamos dónde estábamos parados. Pero sí, recuerdo cuentos de algunos de nuestros maestros a quienes les cerraron exposiciones antes o poco después de la inauguración por mostrar alguna/s obra/s que no le gustaba/n a los burócratas de la cultura.

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¿Qué sabían ustedes de lo que se había hecho en los 80s en Cuba?

A la Paulita íbamos a reproducir naturalezas muertas o modelos que nos ponían delante. El sistema pedagógico era dogmático. Mira eso, dibújalo, píntalo, hazlo en barro. La escuela nos llevaba al Museo de Bellas Artes y a otras instituciones culturales cercanas, en la Habana Vieja. En el 89 visitamos muchas veces la Bienal de ese año. En general no teníamos acceso a revistas o publicaciones contemporáneas, ni los maestros nos hablaban de lo que estaba pasando. Y no estoy seguro siquiera si ellos mismos sabían. Nuestras referencias eran antiguos libros de historia del arte, prehistóricos. A Arte Calle lo conocí como observador callejero, viendo los muros que ellos pintaron en la calle Zapata y en la Plaza Vieja.

¿Recuerdas algo de lo que se comentaba en la Cuba de aquellos años sobre los Panamericanos (juegos que terminaron de hundir aún más económicamente al país)?

No escuché nada, ni en mi familia ni en la calle. Y aún hoy me pregunto, ¿por qué a la gente común, de pueblo, los que trabajan más duro, no les importa o ignoran la política? ¿Apatía? ¿Miedo? ¿Ignorancia? ¿Desinformación?

¿Mirando en retrospectiva, tú crees que tus fotos (Panamericanos ´91 sobre todo) revelan la apatía que en sentido general reinaba —reina aún— en la isla?

Cuando los Panamericanos ya yo estaba en el pre-universitario Saúl Delgado. Esa fue la última serie de fotos que tomé en Cuba. En este pre-universitario la población era más heterogénea en comparación con la de arte. Muchos de mis amigos del Pre venían del otro lado del túnel, de Alamar, Guanabo… En el parque Mariana Grajales nos poníamos a hablar de los programas de radio trasmitidos desde los Estados Unidos que habíamos escuchado clandestinamente la noche anterior, programas que ellos podían escuchar con menos interferencia que yo.

En general, la radio, en esos años, era el medio de difusión masiva más interesante, donde incluso ocurrían experimentos fértiles dentro de la isla. Escuchar Radio Ciudad Habana a principios de los 90s representaba un estímulo intelectual. Esas fotos de los Panamericanos las tomé con más consciencia, más intención crítica.

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¿Qué significaron para ti los Panamericanos (los juegos y tu serie)?

Mi proyecto fotográfico, como lo veía entonces, fue un fracaso, ya que los juegos sí tuvieron lugar. Mi único consuelo es que esos edificios, a pesar de que los juegos se inauguraron, los dejaron a medio hacer, estaban sin pintar, sin asientos, los baños a la mitad… Aunque para ser totalmente sincero, ese proyecto era un diálogo conmigo mismo, no se lo mostré a nadie ni tenía planes de exhibirlo.

¿Panamericanos ´91 no se ha mostrado nunca hasta ahora?

No… Y me alegró mucho redescubrirlo después de tantos años. La conexión y cierta continuidad con el arte que estoy haciendo me sorprendió.

¿Tienes idea de otra serie fotográfica sobre eventos deportivos en Cuba que lo que muestre sea la soledad, el vacío, lo inconcluso, que no sólo es del propio evento sino del discurso-estado-en-sí?

Me imagino que deba existir algo por ahí, pero no lo conozco. Incluso, esas fotos, las recibí de mis padres recientemente, en 2014. Lo único que tengo son las impresiones, los negativos se perdieron.

¿Qué influencias reconoces en tu serie de los Panamericanos?

Leí por esos años el libro de Mario de Micheli, Las vanguardias artísticas del siglo XX, fascinado especialmente por los manifiestos de los movimientos avant-garde. Y una colección de revistas LIFE de la década del 50, del viejo que tenía su almacén en la azotea de la casa donde yo vivía en esos tiempos.

¿La que aparece en tu serie B 644?

Sí, calle B #664 en el Vedado. Esa edificación era un cine antes de que lo convirtieran en un taller donde reparaban y rentaban maquinarias para la construcción. En el primer piso vivíamos nosotros. El propietario de la azotea era un viejo aristócrata, guardaba allí libros, revistas y todo tipo de objetos, él iba muy pocas veces, todo estaba bastante abandonado. Para un adolescente entrar a ese lugar era transportarse a otra realidad, otra dimensión. Una aventura arqueológica. El viejo era hijo del dueño de un periódico de principios del siglo XX llamado El Triunfo. En la azotea había un archivo de ese diario, estaban encuadernados en grandes libros. Era increíble leer las noticias de 1908, 1917, 1920… Fue allí donde descubrí la revista LIFE de los años cincuenta, libros de arte y todo tipo de publicaciones de otras épocas y países. Tenía  miles de libros de la colección Breviarios del Fondo de Cultura Económica, además de esculturas, vitrales, estructuras de madera, rejas, y todo tipo de objetos que en algún momento tuvieron valor, pero por estar expuestos a la intemperie se pudrieron. Esa azotea era como un museo sin nadie que lo cuidara.

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¿Nunca te dio por estudiar fotografía en algún lugar?

Más adelante, y sin cámara. Hice un curso de unos días, (no recuerdo el nombre del lugar) en el Vedado. Muy teórico. Y ya estando en el ISDI hubo un curso de fotografía, también muy técnico.

¿Señalarías algún punto de coincidencia estético entre las fotos de los Panamericanos (para mí una serie muy bien pensada aunque evidentemente se haya construido un poco al azar) y las anteriores?

La arquitectura. En las fotos más tempranas, la arquitectura es más personal: espacios cercanos, la casa, la escuela. En las otras, tratan de un proyecto social-nacional. Todo en blanco y negro.

Eso quería preguntarte, ¿Panamericanos ‘91 es en blanco y negro por elección o necesidad?

Era lo que había. La cámara Zenit de antepenúltimo modelo,  fue la que le dieron a mi padre; ni él ni yo la elegimos. Los rollos eran los que se vendían en ese momento. Yo no podía decidir si comprar 100, 200 o 400 ASAs, porque quizá ese mes sólo quedaban de 100. El tipo de papel para las impresiones era el único que había en las tiendas. Ni me pasó por la cabeza crear un cuarto oscuro para revelar e imprimir en mi casa, eso era imposible económicamente, ni yo tenía la más mínima idea de cómo hacerlo.

¿Cuál era el tamaño de estas fotos?

11 x 8 cm. El más pequeño, para ahorrar.

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Observando esta serie, podría decirse que más que unos Juegos Continentales en construcción, lo que se ve es un inmenso desierto. Algo así como si en un “terraplén” llamado Cuba el delirio hubiera intentado levantar/simular algo. ¿Crees que esta “desertificación” que transparenta Panamericanos ´91 tiene relación con esa escasez-derroche (el discurso de Castro fue ante todo, siempre, un discurso (del) derroche) del que hablabas antes con respecto a los rollos, la vida diaria en la isla, etc.?

Yo era feliz tomando fotos, saliendo de excursión con la cámara a captar lugares. Por un lado estaba la escasez del blanco y negro; pero por otro lado cada rollo tiene 36 exposiciones, si salía por ejemplo con dos carretes tenía aproximadamente setenta fotos, que es un buen monto, incluso en términos de hoy, con smartphones y cámaras digitales. En cuanto a la “desertificación”, es una de las posibles interpretaciones, aunque La Habana del Este, donde construyeron gran parte de los edificios para los juegos, se podría decir también que es La Habana Desierto, Habana-Fata-Morgana. Esos megaproyectos arquitectónicos relacionados con eventos deportivos, no importa donde sean, son delirios nacionalistas, la mayoría se convierten con el tiempo en zonas fantasmas, desiertos urbanos, ruinas. De las prioridades de Castro ya sabemos: no hay comida, ni transporte, pero hay deportistas campeones.

Si tuvieras que elegir un lema que acompañase a esta serie-documento el día que se exhiba, ¿cuál sería?

“Revolución es deconstruir”. O mejor, “Bananahabana 91”.

¿Cómo si fuera una caja de plátanos vacía?

Como una plantación de plátanos, los cubanos de esclavos, y el capataz ya tú sabes quién.


1. http://libermay.com/panamericanos