Benjamin Noys
Un Dios que ha fracasado
Nietzsche expresó en una frase muy conocida que “Temo no nos podamos librar de Dios porque aún tenemos fe en la gramática…[1]”. Mientras que la actual crisis financiera global indica que el capitalismo es un “Dios fracasado”, lo que me preocupa es que aún tenemos fe en la gramática. Para ser más preciso, deseo sugerir que nuestras críticas al capitalismo, y especialmente al capitalismo en su forma neoliberal, pueden replicar y reforzar involuntariamente ciertos elementos del neoliberalismo como forma de racionalidad gubernativa. En particular quiero enfocarme aquí en la forma política (o anti-política) de lo que llamo ‘aceleracionismo’: un modo que deliberadamente propone la exacerbación y aceleración de las formas capitalistas como medio para atravesar el horizonte del capital[2]. Me gustaría añadir, sin embargo, que mis críticas también se aplican a otras formas de radicalismo contemporáneo que tienden a postular algún tipo de “fuerzas” inmanentes o exteriores intrínsecamente resistentes al capital, sean estas la Vida, complejidades emergentes, enclaves o líneas de fuga (por elegir ejemplos comunes). Lo que deseo sugerir es que necesitamos un mejor acercamiento a lo que esta “gramática” del neoliberalismo (y del capitalismo) pueda ser, y de como puede influir y comprometer nuestras formas de disenso.
Para estar claros desde el comienzo, mi objeto no es contar otra historia sobre un todo-poderoso y todo-recuperativo capital, que anticipa, neutraliza, esteriliza y re-dispone toda herramienta crítica. Esto ha devenido un lugar común en al activismo contemporáneo, alimentando un deseo de separación radical o éxodo de las formas del poder capitalista[3]. La ironía es que semejante historia inserta una oposición entre las líneas de fuga, los éxodos, el poder de la Vida, etc., por un lado, y el capitalismo como Otro vampírico o forma trascendental del Imperio, por el otro. Es esta oposición, esta separación, la que produce la oscilación entre la maniaca insistencia en los poderes de la Vida y la depresiva lamentación sobre los poderes recuperativos del capital. En cambio, yo sostengo que, es solo mediante la comprensión de los modos más sutiles en los que nuestras vidas y experiencias están mediadas por el capital que nosotros podemos tener la esperanza de negar y resistir al capital como modo de dominación. El reconocer al capitalismo como una totalidad antagónica y contradictoria es más útil para organizar la resistencia que un estar perpetuo entre los poderes inmanentes de la multitud y las formas trascendentales que el capitalismo captura.
Este es, ciertamente, un acto de crítica, en primer lugar dirigido a señalar la reproducción de los principios del neoliberalismo por aquellos que claman superarlo o liberarse de él. Dicho esto, aquí no se reclama inmunidad o superioridad moral, pues esto es, pienso, resultado de una de las verdades del Marxismo, la cual no es, tal como Frederic Jameson señala constantemente, una crítica moral, sino una crítica que arranca de las contradicciones reales y actuales, de los antagonismos y las tensiones existentes en las formas sociales existentes, lo cual es lo mismo que decir formas capitalistas. De hecho, como Jameson señala, la crítica moral substituye demasiado a menudo a la crítica marxista, en una forma reaccionaria diagnosticada por Nietzsche como mecanismo de posicionamiento de valores, jerarquización, y generador de (mal) resentimiento[4]. Muchas de las versiones de la teoría contemporánea y el activismo operan dentro del espacio de la moral y la ética, llegando a ser cuasi-teológicas en su postulación de un singular poder de Vida, o alguna otra fuerza originaria de resistencia, contra todas las formas de Poder. En contraste, mi objetivo es explorar una crítica política, la cual no promueve ni júbilo ni desesperación.
Genealogía del Neoliberalismo
Para comenzar quiero retornar a una más precisa descripción del neoliberalismo como forma de gobernabilidad mediante los proféticos seminarios de Foucault dedicados a este tópico en 1978-1979. Erradamente titulados “El Nacimiento de la Biopolítica”, debieron haber sido mejor llamados “El Nacimiento del Neoliberalismo”. Foucault se enfoca en dos lugares de emergencia de neo-liberalismo: Alemania, primeramente en los 1920´s y 1930´s para continuar con la política alemana después de la II Guerra Mundial, y en el anarco-capitalismo americano. Lo que Foucault enfatiza es la novedad del neoliberalismo comparado con el liberalismo clásico. A pesar de que el liberalismo clásico trataba de restringir la interferencia del estado para abrirle espacio al mercado, bajo el esquema del laissez-faire, el neoliberalismo opera una re-organización del estado a la que se superpone el mercado. El objetivo del neoliberalismo es, en palabras de Foucualt, “un estado bajo la supervisión del mercado antes que un mercado supervisado por el estado”[5].
Fue la extinción del estado nazi lo que hizo de la Alemania de post guerra un lugar ideal para refundar el estado en términos económicos, cuya legitimación se alcanzó mediante el crecimiento económico antes que en términos políticos. Esta legitimación económica podía ser presentada frente al pasado “totalitario” del nazismo y el presente “totalitario” del régimen comunista de Alemania del Este. Debido a esta razón el neoliberalismo operó mediante una sólida “estado-fobia”, argumentando que cualquier tendencia de control económico estatal, planificación, e intervencionismo económico llevaría al totalitarismo –fuera de “izquierda” o de “derecha”-. En una serie de formulaciones provocativas, Foucault plantea que esta “estado-fobia” permea el pensamiento moderno, alineando la crítica del espectáculo (Debord) y la “unidimensionalidad” (Marcuse) con las críticas proto-nazi al capitalismo de Werner Sombart[6]. Aquí podemos decir que si localizamos el argumento “gramático”, en el sentido de que una fobia común al estado nos deja vulnerables frente a una reinscripción histórica bajo términos neoliberales, o, como dice Foucault:
Todos aquellos que comparten la gran fobia al estado deben saber que están siguiendo la dirección del viento y que, en realidad, durante muchos años, una efectiva reducción del estado ha sido el camino tanto para una reducción del control estatal y de una gobernabilidad “estativante” y “estativada”. [7]
Por consiguiente, un anti-estatismo intrínseco no es suficiente para distinguir un programa político de las formas del neoliberalismo.
¿Cuál es, entonces, la naturaleza exacta del neoliberalismo? Por supuesto que la objeción obvia a la visión anti-estado del neo-liberalismo es que el neoliberalismo en sí mismo es una continuación de la intervención estatal, usualmente sumariada en la fórmula “socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres”. Foucault nota que el neoliberalismo concede lo siguiente: “la intervención del gobierno neo-liberal no es menos densa, frecuente, activa y continua que en ningún otro sistema”[8]. La diferencia, sin embargo, está en el punto donde se aplica. Se interviene la sociedad “para que los mecanismos competitivos puedan jugar un rol regulativo en todo momento y en todo lugar en la sociedad e interviniendo de esta manera es que su objetivo se vuelve posible, lo cual quiere decir, una regulación general de la sociedad mediante el mercado”[9]. Sin embargo, perdemos la perspectiva si simplemente dejamos la crítica al neoliberalismo en la expresión “el neoliberalismo es tan estatista como otras formas de gobierno”. En cambio, es necesario analizar cómo el neoliberalismo crea nuevas formas de gobernabilidad en las cuales el estado actúa una función diferente: penetra la sociedad para sujetarla a lo económico.
De acuerdo con Foucault, las formas de intervención estatal practicadas por el neoliberalismo, tienen raíces filosóficas precisas. En primer lugar, esta intervención estatal es Kantiana, en ella se indica regular las condiciones de lo social para crear las posibilidades de competencia y emprendimiento. Aquí es importante hacer notar que el neoliberalismo se opone a la idea del consumidor pasivo como muchas formas de izquierdismo y anarquismo, en cambio desea promover la persona del emprendedor y el productor. En segundo lugar, Foucault busca las raíces del neoliberalismo germano entre los seguidores de Husserl. En este caso la “competencia” no surge naturalmente, sino solamente como una esencia que debe ser construida y formalizada: el neoliberalismo es husserliano. A diferencia del liberalismo clásico, no es posible “liberar” al mercado del estado y esperar que la competencia emerja “naturalmente”. En cambio, el estado interviene constantemente para construir la competencia en todos los niveles, así que la economía de mercado es el “indicador general” de toda acción estatal[10]. Estas bases filosóficas nos permiten aproximarnos al nivel de intervención del neoliberalismo de forma más precisa.
Foucault sugiere que el neoliberalismo puede ser sintetizado en el programa lanzado por el economista alemán Wilhelm Röpke en 1950, el cual propone que los objetivos del gobierno sean permitir el acceso a la propiedad privada; la reducción de los barrios periféricos que deben ser reemplazados con complejos privados; el desarrollo de oficios y pequeñas empresas (descritas por Röpke como “no-proletarias”); y la reconstrucción orgánica de la sociedad teniendo como base la comunidad, la familia y la localidad. Foucault dice: “Ustedes han de reconocer este texto, ha sido repetido 25 000 veces en los últimos 25 años”[11]. Podemos añadir que está siendo repetido nuevamente en el Reino Unido como la “gran sociedad” que promueve el Partido Conservador de David Cameron. En el corazón de esta visión, que es lo que la hace neoliberal, yace ‘la multiplicación de la “empresa” como forma dentro del cuerpo social que es a lo que apuesta la política neoliberal. El asunto es hacer del mercado, la competencia y la empresa lo que podemos llamar el poder formativo de la sociedad’[12].
El punto de Foucault, que viene al caso con mi análisis, es que la crítica a “la estandarización, el consumismo de masas y el espectáculo, etc., se equivoca cuando cree que está criticando el objetivo real de la política de gobierno”[13]. El gobierno neoliberal no es keynesiano y la sociedad contemporánea “no está orientada hacia la mercancía ni hacia la uniformidad de la mercancía, sino hacia la multiplicidad y diferenciación de las empresas”[14]. Podemos, por lo tanto, agrupar estas series de formas para notar que el neoliberalismo postula un modo de intervención que reconfigura profundamente las formas sociales al actuar sobre las condiciones, especialmente sobre las condiciones legales, bajo las cuales opera la sociedad y que no hace caso alguno de las formas “naturales” del mercado, antes las entiende como algo que debe ser construido.
Lo que necesitamos comprender es que la forma neoliberal del capitalismo, la cual no es, naturalmente, su única forma ni mucho menos la más “pura”, opera de una manera que incluye e implica críticas al estado, al keynesianismo y al compuesto “fordista”. Por tanto, el radicalismo anti-estatista –de ir más allá del estado, de formación de alternativas al estado, y la búsqueda de enclaves anti-estatales- está más cerca de lo que imagina al neoliberalismo como forma de crítica. Delimitar entre el poder del estado y el poder de lo “social” (como provisión social) es el objetivo del neoliberalismo, junto con una “liberación” de actividades autónomas y locales que es explícitamente centrífuga. El énfasis en lo complejo, lo orgánico, lo múltiple, y lo diferencial, indica que no estamos lidiando con la misma “gramática” de la social democracia keynesiana. No trato de sugerir una ecuación simple entre el radicalismo contemporáneo y el neoliberalismo, trato de sugerir una más complicada serie de convergencias. El asunto aquí es el abandono y la crítica común de la social democracia. Podemos notar esta tensa convergencia en el slogan compartido “No Hay Futuro” que atraviesa el punk de 1977 y el discurso del neo-liberalismo.
Acceleracionismo=Neo-liberalismo
Retornando entonces al tema del “aceleracionismo”, el cual es un término que entiendo como medio de crítica e identificación, pero que frecuentemente ha sido adoptado de modo valorativo, deseo hacer notar cuán cerca se conforma con elementos del neoliberalismo. Encarna la “estado-fobia”, coincide en la necesidad de sujetar al mercado a todos los elementos de la sociedad, y promulga una visión de la “persona” como “empresa” múltiple y diferenciada (de hecho, podemos notar en Foucault el uso en sus seminarios, presumiblemente irónico, del recurso de lenguaje “maquínico” deleuzeguattarianista). Como mínimo, sería difícil leer la siguiente declaración de Nick Land en cualquier otro sentido:
La revolución maquínica debe ir, por tanto, en la dirección opuesta a las regulaciones socialistas, presionando hacia una más desinhibida mercantilización del proceso que ha desgarrado el sector social, “proseguir” con “el movimiento del mercado, de decodificación y desterritorialización” pues “nunca se puede ir lo suficientemente lejos en la dirección de la desterriotrialización: ustedes no han visto nada todavía”[15]
Land, citando el Anti-Edipo[16] de Deleuze y Guattari, avanza coherentemente al hacer explícitas las implicaciones anti-socialistas y anti-planificación de sus argumentos. El aceleracionismo, como bien podría conceder, en ese sentido va totalmente a favor de la corriente actual.
La implicación es que, en el lenguaje de Marx, esta aceleración del neoliberalismo desembocará en un punto en el que será incompatible con el caparazón capitalista, que entonces reventará en pedazos. Si el capital es la propia barrera de su desarrollo, como hacen notar Deleuze y Guattari en referencia a Marx, el capitalismo solo puede empujar sus límites mediante una radical desterritorialización[17] [18].Esta desterritorialización frecuentemente se codifica mediante la presunción de que el mercado es fundamentalmente incompatible con el capitalismo, contrariamente a la imagen usual. Para realizar esta aserción, Land y el resto han recurrido al trabajo del historiador Fernand Braudel. Ciertamente, Braudel saca a relucir que el mercado no colapsa simplemente dentro de el capitalismo, sino que recalca que el mercado es una forma local y directa (cara a cara) que puede resistir los poderes opacos y centralizantes del capital[19]. En contraste, Land y los aceleracionistas contemporáneos a menudo enfatizan el mercado como una forma líquida y dispersante que fragmenta o licúa las barreras capitalistas. La meta no es retornar al cara a cara sino acelerar hacia más allá de lo humano.
Del mismo modo presumen una incompatibilidad fundamental entre las fuerzas tecnológicas, especialmente la cibernética y la neurobiología, con el capitalismo. Estas “fuerzas” son generadas por el capital, pero se asume que lo exceden o, más específicamente, que exceden el “soporte” humano requerido por el capital. Esta evaluación se predica sobre la apreciación del mercado como terreno acéfalo que desencadena y acoge estas fuerzas. Por supuesto, el mercado existía antes del capitalismo y podría sobrevivirlo; por supuesto, no hay una base esencialista o razón necesaria que defina a la cibernética o la neurobiología como “capitalistas”, o por las que no puedan ser re-ensambladas (Para usar una expresión de Nicole Pepperell) dentro del socialismo o el comunismo. Dicho esto, me parece que la crítica y la teorética que el aceleracionismo recurre, malinterpreta fundamentalmente al neoliberalismo como forma particular de gobernabilidad capitalista, y al capitalismo en sí mismo como forma social y, por tanto, lo reproduce (o a su idealizada imagen).
El esquema fundamental, que obviamente se extiende a gente como Antonio Negri y otros, es el suponer que el capitalismo al estilo del joven Marx, es fundamentalmente parásito y que, al estilo de último Marx, ha penetrado mediante una subsunción auténtica en los estratos psíquicos y biológicos de los humanos y de la tierra. La antinomia es, entonces, que oscilamos entre la apariencia del capitalismo como mera cubierta o exterioridad, que puede ser fácilmente descartada, y súbitamente nos vemos lanzados a un pensamiento conspirativo del capitalismo como totalmente dominante. En cierto sentido, que traiciona la deuda con Marx, el capitalismo es presentado como un aprendiz de brujo que no puede controlar las fuerzas que desencadena, y no en la figura del proletariado, sino dentro de sus propias “fuerzas productivas”. Una vez que hemos ingerido este parásito podemos dedicarnos al negocio de habitar plenamente en el inhumano goce capitalista.
Lo que este tipo de argumento subestima radicalmente es que la dominación capitalista opera a través de la forma-valor, la cual no es un simple parásito externo sino la auto-expresión del capitalismo como abstracción de lo real. El mercado y la producción no son formaciones sociales neutrales adquiridas por el capital, sino que son profundamente asumidas y reformuladas mediante la incidencia del valor. Para resistir esta auto-expresión del capitalismo, el tipo de radicalismo al que nos referimos, supone que el capitalismo es “meramente” un “poder” exterior o, en palabras de Bruno Latour[20], un “régimen formateador” que intenta actuar y se agarra de la riqueza ontológica preexistente. No estamos polemizando contra la formulación de que el capitalismo constantemente “bombea” valor, sino estamos planteando que la abstracción real o práctica de la mercancía, especialmente de la mercancía-trabajo, penetra y da forma horizontal y verticalmente a la existencia. Este “dar forma” (shaping) es antagonístico y contradictorio, pero esta contradictoriedad y antagonismo no son simplemente externos a la formación de valor.
Por supuesto, al mismo tiempo, el aceleracionismo, en sus manifestaciones negristas y landianas, acepta esta subsunción real, pero solo para plantear que el capitalismo ha desatado fuerzas que no puede controlar y de las cuales podemos expropiarle. Lo que se pretende aquí es que fuerzas que están profundamente integradas dentro del capital se liberen a sí mismas de sus vínculos con el capital. El resultado es lo mismo que pretender que hay fuerzas ontológicas, sociales o naturales que escaparon, de alguna manera, al capital desde el principio. Pienso, una vez más, que de esta manera no es posible comprender las formas de producción, la acumulación, y el mercado que da forma a las llamadas “fuerzas productivas” –fuerzas, que como Marx notara, son capitalistas hasta la médula: el capital absorbe el trabajo y lo traspone dentro de la producción como forma o relación de producción[21]. Tampoco, en esta valorización de la producción codificada como poder ontológico, o poder liberado, nada se aprehende de la stasis fundamental del capitalismo, el como su acumulación no es esencialmente “creativa” sino una corriente “inercial”[22]. El capitalismo es así desinflado a mero tegumento e inflado como poder creativo.
En términos de un contexto más preciso del neoliberalismo lo que no se aprehende, como ya hemos dado a entender, es la “concordancia” o conformidad entre el aceleracionismo y el neoliberalismo. La dimensión de la gobernabilidad se pierde, el mercado se trata como una forma social neutral, sin pensar en sus cualidades y a la vez, actuar sobre estas cualidades, y llegando a requerirle que no reproduzca el capitalismo. De esta manera el mercado resulta encomiado como “el” mecanismo social y su “ciega idiotez” transmutada en una inmanencia azathóthica. El estado es también asumido como un parásito externo, sin considerar para nada, tal como planteara hace ya tiempo Karl Polanyi[23], cuánto ha ayudado a crear esta forma de “mercado”, la cual penetra y conforma la mercantilización (commodification) del dinero, la tierra y el trabajo. El “estado mínimo” se asume como dado y solo retiene interés en cuanto arnés de “máquinas de guerra”, conduciendo así a la fetichización de la ideología militar y tecnológica. Y finalmente, la “empresa” que es valorada es la “empresa” de la auto-deconstrucción o auto-extinción, sea moldeada mediante un reequipamiento neurológico, re-formateo biológico o una redistribución cyberespacial: un hipertrofiado “anti-Edipo”.
Se espera de nosotros, en nombre del antifascismo Deleuzeguattariano, que abracemos al capitalismo como a una máquina nihilista que no tiene propósito, porque “propósito”=fascismo, mientras se olvida que el neoliberalismo surgió en Alemania como una forma de gobernabilidad que nos inmunizaría contra el fascismo intercambiando lo político por lo económico. Se espera que aceptemos, y demos la bienvenida, a la intervención estatal en la conformación de la sociedad en función del mercado mientras repetimos el mantra “No New Deal”, porque la intervención keynesiana es cuasi totalitaria, y solo reforzará un capitalismo “socialista”, mientras olvidemos que el neoliberalismo nació lejos del anti-keynesianismo. No “pisar los frenos”, por supuesto, en tanto solo podemos acelerar hacia el futuro.
Alarmantemente, y contra toda intuición, el contexto de la crisis financiera no ha hecho otra cosa, aparentemente, que acrecentar la popularidad de este esquema[24] [25].La aceleración puede haber caído en un abismo, pero el aceleracionismo debe mantenerse. Las abstracciones sociales pueden haberse congelado en formas malignas y mórbidas, pero deben recomenzar otra ronda de híper-destrucción creativa. Lo que falla no es el capitalismo, sino sus impurezas, como dice el mantra de aquellos que unas vez fueron “los amos del universo” y se transformaron, temporalmente, en mendigos de limosnas. El aceleracionismo toma la forma de una nostalgia no merecida por el pasado reciente –una nostalgie capitalista- o una fantasía neo-orientalista de Sinocapitalismo de biotecnología desenfrenada y sin complejos judeo-cristianos. Operando a la manera de un realismo machista de mano dura, lo que el aceleracionismo atestigua es la pobreza de la imaginación teórica incapaz de reconstruir racionalidad alguna en el presente y que en cambio se contenta con revolcarse en los fantasmagóricos residuos del irracionalismo capitalista.
* “The Grammar of Neoliberalism”, Dark Trajectories. Politics of the Outside, ed. de Joshua Johnson Publications, 2013. Versión al español de Otari Oliva Buadze.
[1] Nietzsche, Frederich en “The Anti-Christ, Ecce Homo, Twiligth of the Idols, and Other Writings” editado por A. Ridley y J. Norman, Cambrigde, Cambrigde University Press, 2005, p. 170.
[2] Noys, Benjamin, “The persistance of the Negative: A Critique of Conrtemporay Continetal Theory”, Edimburgo, Edinburgh University Press, 2010, p. 5-9.
[3] Q. Libet “Alice Preoccupied: The Logic of Occupation”, Nueva York, 2009
https://libcom.org/library/preoccupied-logic-occupation
[4] Jameson, Fredric, “The Political Unconsciuos”, 1981, Londres, Routledge, 2002. P. 171-193.
[5] Foucault, Michel “The Birth of Biopolitics: Lectures at the Còllege de France”, 1978-79, trad. G. Burchell, Basingstoke, Palgrave, 2008, p. 116.
[6] Ibid., p. 113-4
[7] Ibid., p. 191-2
[8] Ibid., p. 145
[9] Ibid., p. 145
[10] Ibid., p. 121
[11] Ibid., p. 148
[12] Ibid., p. 148
[13] Ibid., p. 149
[14] Ibid., p. 149
[15] Land, Nick “Machinic Desire”, Textual Practice 7.3, 1993, 471-482., p. 480
[16] Deleuze, Gilles y Felix Guattari “Anti-Edipo”, 1972, trad. M. Semm et al, Londres, Continuum, 2004, p. 260.
[17] Ibid., p. 251
[18] Marx, Karl “Kapital Vol. III”, Marxist Internet Archive, 1996, htpp://www.marxists.org/archive/marx/works/1894-c3/ch15.htm.
[19] Wallerstein, Inmanuel “Braudel on Capiltalism, or Everything Upside Down”, The Journal of Modern History 63.2, 1991, p. 354-361
[20] Latour, Bruno “Reassembling the Social: An Introduction to Actor-Network Theory”, Oxford, Oxford University Press, 2005.
[21] Marx, Karl “Grundisse”, trad. Martin Nicolaus, Londres, Penguin, 1973, p. 308-309.
[22] Balakrishnan, G. “Speculations on the Stationary State”, New Left Review 59, 2009, p. 5-6.
[23] Polanyi, Karl “The Great Transformation”, 1944, Boston, Beacon Press, 1957.
[24] Srnicek, Nick “The Aceleration Critique of Neoliberalism”, 2010. Htpp://Ise.academia.edu/NickSrnicek/talks/24657/The_Aceleartion_Critique_of_Neoliberalism
[25] Williams, Alex “Xenoeconomics and Capital Unbounds”, blog Splintering Bone Ashes, Sunday 19 October 2008.