Contra un sistema de interpretación del Otro

Jazmín Valdés

La lucha por el derecho a narrar los acontecimientos desde distintas emisiones y licencias, a defender una narratología de sentido individual y descomprometida con mitos o necesidades colectivos, se confunde a veces con la espuria representación de escenas y referentes a priori conjugados, donde el medio simplemente elude o secuestra los significantes que trata, diluyéndolos en una intención comunicativa impuesta por el medio y fácilmente reconocible como de escenificación. El reclamo de soberanía que puede manifestarse en el asalto al derecho de retirar los velos, de reconocer un primer plano donde hemos puesto un tercero de referirnos a ´´los márgenes´´ en tanto su propia condición de existencia va mas allá de establecer una relación paródica con ese reclamo y el contexto en que se ha dado. Aun seguimos esperando que el reclamo se manifieste tal como que pueda oírse, significar, inspirar, impulsar, algo más que un recurso de estilo o que una declaración de la estrategia usada para evadir el arma capitalizada de la censura (en este caso, también en este otro caso), en evidencia quedan el costo de la demagogia y la transgresión del sentido de responsabilidad que tiene toda historia-historiador con las piezas que decidió usar.    

La diferencia ha sido metabolizada e incorporada de tal manera que constituye otro de los discursos del sistema, el tratamiento particular de veladura sirve también para ilustrar, democratizar y perdonar, mostrar benevolencia y poder de selección y edición, el sistema corrige sus propias fallas y el resto es nostalgia e historia. Las herramientas que sirvieron para intervenir el sistema, que pusieron en crisis la estabilidad de la realidad como representación, incluso utilizando una nueva performance de representación quedan procesadas como imágenes de actitudes estéticas en lugar de acciones concretas en un tiempo y espacio real, la era del resultado o la escenificación de ese resultado, los procesos hablando desde el mundo de los muertos a la memoria desconectada que ha constituido culturalmente los sujetos que somos y el habitad forzosamente compartido.

No es tan relevante que el no 3/2014 de La Gaceta de Cuba coloca una foto de Microfracción (2007) (1) de Hamlet Lavastida acompañando en la misma página un artículo de Abel Prieto, podemos pensarlo como un gesto irreverente o de inconsciencia; o ¿es esto la herramienta estética para presentar una problemática que nunca perteneció ni al campo de la estética ni del arte, sino al de vida real? La utopía de que estos signos pudieran seguir significando al menos en un baúl puro de   la historia es sacrificada. El gesto artístico es traducido ahora como imagen en un contexto mediático que no escapa a intenciones ideológicas. Probablemente estas personas reales nunca pensaron verse reunidas en un mismo plano sin acotación ni cita, ni el lector real de este medio tan desatendido.

Hamlet Lavastida, Microfacción, 2007
La revista decidió tratar a través de este número el tema de el Otro, pero cuál Otro, ¿el Otro que somos nosotros mismos?, el Otro invisibilizado, el Otro disidente, el desplazado, el desaparecido, el que ya dejó de causar problemas, el Otro que emigró, el Otro que no puede hablar por sí mismo, el Otro que quiere ser visto hasta las últimas consecuencias: ya es un grupo grande, un horizonte de personajes, de identidades y un horizonte cultural. Y estos personajes pueden ser reconvertidos, pero se trata de personas reales, ellos ya son, pueden aparecer representando incluso la desviación de lo que constituyeron, pueden aparecer sus cuerpos ilustrando lo que habían negado antes, pueden ser ahora el símbolo de la contradicción y del desatino de nuestra memoria, quizás hasta quisieron prestar sus cuerpos para la misma reivindicación colectiva que lo nombra como Otro, lo acoge y lo hace útil, que lo necesita como su propio testigo público. Y no es que queramos victimizar al Otro tanto como que su sistema tampoco es perfecto y contribuye a su toxificación con su idea de perdurabilidad y su miedo a los cadáveres. Se trata de cómo presentamos al Otro y cómo lo usamos para poner sus palabras en nuestras bocas y nuestras palabras en las suyas, de cómo traficar con su imagen, y de cómo convertirlo finalmente en el Otro nuestro.

Cuando se presenta al Otro en una masa, sistematizado, se pone en contradicción la relación de estas individualidades y el valor cultural que contienen precisamente con la realidad que intervinieron, se le categoriza y homenajea desde un podio que lo aglutina y señala como esa zona de la cultura no olvidada, reciclándolo como complemento y usándolo como herramienta de sentido en tiempos de crisis de la perdurabilidad.            

Si algo necesita el contexto cubano en su dimensión cultural y existencial, sería someterse a la diversificación de sus paradigmas y el de generar sucesos de creación democratizados, es decir libres en su socialización, utilizables. La identificación de arte con ego artístico, de espectáculo con forma de vida exitosa en el capital, de artista pobre en vías de acceso al espectáculo de lo pobre, de artista joven asimilado y colocado voluntariamente en función de las instancias establecidas, y las estructuras perversas que actúan detrás de estos tipos de legitimación y los acompañan en el largo camino de la autotrascendencia de nada sirven en la puja por el desarrollo de un proceso de emancipación en nuestra sociedad y en el arte de hoy, que ya se sabe no comenzara con los artistas, que pocos ponen un pie fuera de lugar y recogen con aceptación y quien sabe con orgullo los galardones que un sistema enfermo de imitación y lucidez ofrece como garantía de su propia formalización.

Si bien han sido los artistas quienes primero introdujeron variables de intervención desde la diferencia en el campo del arte, también han sido los primeros en contribuir al sostén del control institucional de la cultura conscientes de la falla en el proceso de democratización del arte, que se sirven de sentido entre las masas para después distanciarse en la construcción de la pequeña empresa que hacen de sí mismos. Con el mismo grado de conciencia sobre las funciones que ya la misma institución no puede producir, porque se definen a través de otras determinantes que la rebasan, ya no son ellos los únicos dispositivos de control en su propio territorio, -condición que también han explotado sin vergüenza- vivir el proceso de actualización de su realidad no propone nuevas actitudes en el pensamiento ni estimula la crítica ni se construye tampoco de sus propias cenizas, porque primero habría que reconocer las cenizas, es una actualización que implica mezcla, otras definiciones y promiscuidad.

Este número de La Gaceta de Cuba es absolutamente inclusivo al punto de lograr reunir tantas identidades negativas (de negación) y esencias vaciadas de cualquier función que pueda articular una proposición de entendimiento con el presente. Un performance de Amaury Pacheco (2004) como ilustración encabeza la sección Cuento, Tania Bruguera comparte con Lesbia Vent Dumois la muestra desde las artes visuales, de  generaciones de creadoras, Sara Gómez es reivindicada por una autora panameña como triplemente subalterna mujer-afro-cubana, sin embargo, el campo de reflexión de cómo llegan a ocupar estos espacios de luz o alcanzan el desprejuicio de la legitimidad, queda en la suficiencia de la categoría de Otro, en un bloque que significa lo mismo, un bloque que no tiene particularidades, no tienen esencia, no tiene orígenes, solo devoluciones. Pero esta incorporación, una vez que el Otro puede definírsele, categorizarse, aun cuando se encuentre ocupando otros espacios subjetivos, creando otras funciones, radicalizado, o convertido en positivo – no importa- es un resultado que puede aprovecharse ahora que no están aquí, ni juntos para siempre, ahora que ya no hay diálogo ni antagónicos, que no toman parte en el  conflicto de los roles instituidos por agotamiento o por actitud, por haberlo superado o por haberlo destruido.

Por otro lado, las fotografías de Leandro Feal, de la serie Tratando de vivir con swing (2006), entronizan el Dosier de la revista y otras indistintamente ocupan el artículo De cierta manera el subalterno sí puede hablar: Sara Gómez y la voz del otro en el cine cubano. Estas fotografías tienen el valor de obligar a recordar la candidez de la gente – de los otros –  por igual, la de nuestros amigos, y la de los que aborrecemos; en su conjunto identifican una colectividad, anclan una imagen plural y elaboran fugas de identificación con una realidad cercana, a veces oculta. La representación como herramienta es definitivamente una de las más eficaces. Joven o viejo, hombre o mujer, funcionario o artista, el Otro no tiene género ni edad , el Otro es el oprimido, el Otro es el bloque que no se personaliza y se manipula como Otro, tiene una función muy definida en el imaginario social: representa el campo de lucha en el terreno fértil de las crisis de nuestro tiempo, la mujer, la sexualidad, el ser social y el antihumano, todos temas históricos, todas luchas eternas. Pero, ¿y el yo político, el funcionario, el integrado, el censor, el inadaptado, el desplazado, el invisible y todos los locos que no entran en la categoría del Otro y que cultivan nuestra realidad; ellos que ocupan un lugar de exigencia en la subjetividad del hombre o mujer que habita o habitó Cuba? ¿Cuándo serán identificados en un medio oficial como lo que son por sí mismos, -complejos de relaciones, enfrentamientos, movilidad, vínculos a problemáticas más especificas- y no como una oportuna imagen fotográfica, referencia sin pie, cita sin denuncia, muñecos de carnaval?

Lo que quiero decir con estas observaciones, es que no es posible se nos presente la realidad que vivimos todos los días como mera representación, no es posible que se nos siga mostrando nuestra propia realidad a través de un solo filtro de conocimiento que mienta sobre tu entorno, porque somos siempre quienes pueden reconocerlo. Hay muchos Otros en una constelación cultural, sin embargo, las teorizaciones y rescates de los Otros activos continúan siendo una urgencia, los más productivos para el sostenimiento y justificación de una política cultural intentando salvar su superestructura. El resulto es un puzzle de provisionalismo, un juego desactualizado de roles, porque el Otro y sus funciones se transforman, no puede ser más un comodín para articular un discurso del presente cuando las exigencias del presente implican la deconstrucción y juicio de sus propios Otros (una vez que ha avanzado la oficialidad a la conceptualización de sus testimonios). Por otra parte, el Otro que no están dispuesto a formalizar solo representa el empírico contemporáneo nuestro, intercambiable, una vez borrado e invisibilizado; cuya identidad siguen utilizando como si esta no hubiera mutado. El Otro continua siendo lo mismo hasta que alguien disponga de una conversación con él en condiciones distintas, donde ya no sea una necesidad o un des-temporáneo, lo que sí significaría un proceso de actualización cultural del sistema respecto a sí mismo.

La Gaceta de Cuba en este edición lleva un discurso que se pretende reflexivo y diversificado, sin embargo, su propuesta se manifiesta de manera neutral, como medio, no interactúa con los mismos contenidos que trata. El Otro oficializado sí puede hablar , el Otro empírico solo ilustra de manera totalmente injustificada y aberrante la proposición, los contenidos, y así queda registrada su pertinencia. El Otro oculto, insertado de manera subrepticia en las páginas de La Gaceta ya es otra cosa, es activo y dominante en otras zonas o ya desapareció, lo que revela un desfasaje de la mirada que tarde intenta mezclarse con una alteridad complejizada, pero que sin embargo, puede tener acceso directo a ella, a sus prácticas.

Plantear el problema del Otro en el contexto particular cubano implica una exigencia de los extravíos y de las evoluciones. El Otro es usado hoy para el proceso de actualización de un sistema que busca y legitima el testimonio, la prueba de un contacto con lo Otro y al que responde solo en un plano simbólico de verificación. El Otro en Cuba no es un paradigma, es la historia del fracaso para los artistas, el Otro para el discurso oficial es el Otro ya teorizado en lo general, y en lo particular aquel que representa un argumento. El Otro para los otros es alguien por quien no pueden hacer nada una vez arrastrado a la defección. Solo los Otros tienen una consciencia sobre sí mismos, de lo que son, lo que representan, y de la construcción que se ha hecho de ellos, de sus distintas funciones.


1. Obra censurada en una exposición colectiva en Luz y Oficio. Hamlet Lavastida, es uno de los artistas cubanos que ha sido sometido a reglamentaciones punitivas respecto a sus derechos como cubano -en su condición de emigrante- durante el período en que Abel Prieto era Ministro de Cultura.


Imágenes: Hamlet Lavastida, Microfacción, 2007